Como en la mayoría de las bodas el tiempo siempre va más rápido de lo que debería y el estrés te va acompañando a cada fase del día. Pero hay, en mitad de todo ese caos, de las cosas que salen mal y de la lucha a contrarreloj, otros momentos que se traducen en remansos de paz, en los que lo único que puedes hacer es relajarte y dejarte mimar, detenerte y darte un respiro vaciando la mente de todo lo que todavía queda por hacer. Una bocanada de aire para lo que viene después.
El novio, por supuesto, lo vive todo de otra forma. Uno de los motivos es porque tiene considerablemente menos cosas que hacer con lo que el ambiente desde el minuto uno es diferente y el otro y primordial es porque su nivel de estrés en sangre es considerablemente menor que el mío.