
El segundo año que celebramos el seder los cuatro solos. Ya habíamos pasado la “prueba” al año anterior y nos dimos cuenta de que no era tan difícil, pero aún así siempre impone. Como Itamar ya estaba más mayor se me ocurrió que podría hacerle su propio plato con los alimentos característicos, pero no quería que me pringase toda la mesa en un descuido, así que se los fabriqué con un poco de material reciclado y mucho ingenio. No sé cuánto de feliz le hicieron, pero yo estaba encantada.
Fuimos también bastante rápidos, por un lado por los peques que no entienden muy bien de qué va todo, pero por otro por la posibilidad de completar el seder al menos los tres juntos. Yaará se fue a dormir la primera, pero Itamar estaba con ganas de llegar hasta el final de la noche y beberse sus cuatro “copas de vino”. Y lo logró. Cantamos y comimos y cantamos un poco más y nos fuimos a la cama satisfechos de haber pasado el primer seder de pesaj en el que nuestro hijo podía participar.
Y esta vez sí hubo una novedad: Eliahu estaba de vacaciones, encerrados en casa por la cuarentena que estaba viviendo el país, pero de vacaciones. Insólito y genial. Lo resumo: mucho tiempo en familia y mucha comida rica, ácima, pero rica.