Y llegó el momento de salir de Egipto y este año lo hicimos en familia, con una especial que no es de sangre pero sí de corazón. Cantamos y leímos y participamos con alegría del seder. Cada año es una experiencia diferente con lo que nunca pierde su magia. Es una fiesta muy especial, cargada de una energía que te empuja y anima a renovarte, a tomar impulso y a recordar de qué está hecho el amor que Dios tiene por nosotros.
También lo pudimos disfrutar en el sentido más mundano porque pudimos pasar tiempo en familia ya que yo salí de vacaciones, las primeras desde que llegué a Israel y Eliahu pudo salir antes de trabajar con lo que pudimos comer juntos y pasar un tiempo más especial, a demás del buen tiempo que acompañó a esa semana e incluso pudimos escaparnos un día al Jardín Botánico y pasear sin prisa y disfrutar los dos juntos con el proyecto de un tercero en camino.
En resumen lo disfrutamos todo: Pesaj, las vacaciones y el tiempo en familia.